miércoles, 2 de abril de 2008

Asesina de ocasos.

Dos párpados a medio cerrar. Una luz que transforma a una persona en sombra, en una silueta oscura con contorno bien definido. De fondo dos lomadas color musgo. Del oste un suave viento ondea el cabello y levanta la puntilla del vestido, cuyo color resulta indefinido. La imagen parece estática, pero se vuelve dinámica de vez en cuando, en tanto late el corazón. Un naranja diariamente desconocido se mezcla con un rosa, un celeste y un rojo oscuro. La mirada se levanta muy lentamente y busca un nuevo sol, siempre uno nuevo. Apenada se vuelve hacia abajo nuevamente y allí permanece mientras el ocaso va muriendo. Y termina, como todo y como nada. La noche nace, pero vive más que el momento en que el sol se derrite en un azul oscuro, muy oscuro. Vive más como ella, la que siempre llega y se va, la que sube y baja, y baja. Y después muere. Sentimentalmente nómade.

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