martes, 29 de abril de 2008

En la eternidad


Trataré de hablar en presente de vos y continuaré diciendo algunas cosas como si te tuviese aún enfrente, cuando en verdad estás en las líneas de mi mano, en la profundidad de los ojos de papá, en los tréboles, en el club, en la radio de las cinco de la tarde. Porque después de vos...vos.

He desprendido una parte, la que se fue hace algún tiempo con la tuya. He muerto unas tres veces hasta hoy. Pero vos conmigo, yo con vos... Porque detrás de vos, el sol, el tiempo y la tierra...

viernes, 18 de abril de 2008

This is your song...


Y terminaron aquel diálogo confesándose que en realidad siempre habían estado enamorados de las palabras que alguna vez quisieron dedicar,
de los momentos que simulaban titular y las ficticias caricias. Ficticias porque se proyectaban en sus mentes cual película ridículamente amorosa, pero que en su triste realidad no eran mas que roces entre la multitud. Una vez más simularon quererse y se abrazaron férreamente como falso símbolo de despedida. Dicha acción era vista por los protagonistas desde la perspectiva del camarógrafo. Se veían como siluetas que se convertían y fusionaban en una sola, y luego veían la imagen disfumarse entre los árboles que de fondo le daban un toque aún más ficticio a la escena. Escena poco vista por supuesto. Luego de ésto, él derramo una o dos lágrimas de tierra y le susurró al oído un fragmento de alguna canción por demás conocida para ambos. Y se secaron de palabras... Y se marcharon por distintos ritmos, pero volverán a cruzarse en algún que otro artista, porque en alguna tarde de otoño o de verano, o tal vez de primavera o de invierno, volverán a poner el cd y colocarán el track 7 y luego pondrán otro cd y pondrán el track numero 12, y el sonido de un falso teléfono hará cosquillas en sus oídos. Enamorados conformistas de palabras que los crearon.

miércoles, 9 de abril de 2008

El oficio de un verdadero caminante


Hombre alto, delgado, común, relativamente, bastante, muy poco... Caminaba por Avenida Alcorta ( cicatriz). Con pasos desganados y mirada desinteresada iba desmenuzando en su cabeza lo que tras sus pies hallaba. Era como una pintura, pero que tras su persona difuminaba los colores como si estuviesen pintados con el mejor de los óleos. Una actividad rutinaria la suya, eso pensaba... Sorpresivamente se topó con un charco de agua sucia junto a su pie izquierdo, la cual ensució el dobladillo de su pantalón gris y salpicó parte de su negra e inmensa mochila. Con la mayor de las broncas miró fijamente el agua acumulada y se vió en ella, seguramente para reconocerse (algo típico de esta clase de caminantes ignorantes), para su sorpresa o para su tristeza vio en su cara signos de resignación, vejez mal llevada, melancolías y otras infinidades de sentimientos y sensaciones poco gratificantes. Arribó nuevamente su cabeza, tratando de evadir y a la vez olvidar , tratando nuevamente de evadirse y a la vez olvidarse, pero a los dos pasos retrocedió y volvió al charco. El agua que allí se amontonaba por alguna razón desconocida para él (pero sólo para él), ascendió a una altura no muy lejos de su cabeza, sólo a unos diez o veinte centímetros más y comenzó a danzar formando un círculo hermosamente vistoso. El hombre procedió a desbertirse quedando sólo en ropa interior, luego abrió la mochila y de allí sacó dos enormes alas blancas, se las colocó por la espalda y despegó sus pies del piso. Pasó a través del círculo y ascendió muy muy alto, hasta más allá de las nubes, donde ningún otro hombre de su aspecto logró llegar jamás, a un lugar muy lejano que ni siquiera esas estrafalarias formas blancas han podido conquistar hasta hoy, ni siquiera las estrellas que posen un poder extraño y atrapante a la vista del hombre, ni tampoco el sol que irradia una luz inmensa que tiene el poder de dejar estupefacta hasta el alma más triste, con el mayor desamor y el mayor resentimiento que pueda haber en el mundo de la verdadera y única pobreza existente. Pero lo más importante de todo, logró convertirse en un verdadero caminante porteño.

Plantas


Tanta es la frustración que siento cuando en medio del bosque de mentiras grito desconsoladamente que me saquen, que me saquen ya, porque los árboles no paran de brotar y ya estan tapando mi cuello. No quiero ser verde, ese verde oscuro con el que me cubría en el frío. Quiero el amarillo que se siente cuando se vence la ley de gravedad y se cree que es posible abrazar el sol, cuando queda esperanza alguna que un machete caiga desde lo alto para cortar la maleza que cubre los pies, es mucha, pero aún no lo suficiente. Ya quiero vencer la frustración y que nunca sea suficiente, que siempre falte, si me encanta eso, a una ausencia reconfortable me refiero... Estupendo sería que caiga al fin y que con una alegría desbordante corte las ramas y corra sin destino por un nuevo bosque que parezca infinitamente utópico. Y ahí me veo corriendo, a toda velocidad hasta que mi corazón sienta crecer en demasía y con un aviso por demás salvaje me arroje contra el piso. Que mis manos choquen contra el pasto violentamente para apaciguar la caida, me de la vuelta y con los ojos mirando al sol vea una sombra delgada bajar hacia mi centro, calmando eternamente el corazón, para convertirme inevitablemente en un nuevo verde.

sábado, 5 de abril de 2008

miércoles, 2 de abril de 2008

Asesina de ocasos.

Dos párpados a medio cerrar. Una luz que transforma a una persona en sombra, en una silueta oscura con contorno bien definido. De fondo dos lomadas color musgo. Del oste un suave viento ondea el cabello y levanta la puntilla del vestido, cuyo color resulta indefinido. La imagen parece estática, pero se vuelve dinámica de vez en cuando, en tanto late el corazón. Un naranja diariamente desconocido se mezcla con un rosa, un celeste y un rojo oscuro. La mirada se levanta muy lentamente y busca un nuevo sol, siempre uno nuevo. Apenada se vuelve hacia abajo nuevamente y allí permanece mientras el ocaso va muriendo. Y termina, como todo y como nada. La noche nace, pero vive más que el momento en que el sol se derrite en un azul oscuro, muy oscuro. Vive más como ella, la que siempre llega y se va, la que sube y baja, y baja. Y después muere. Sentimentalmente nómade.