sábado, 31 de enero de 2009

Yo también.

Y al final de cuentas obtuvo por conclusión que había estado pintando el cielo raso con los deseos de…, no era querer, sino el querer querer. Que no fue amor, sino ganas de sentirlo. Que nunca miró una película adentrándose en la trama, sino sabiendo y afirmándose constantemente que era un conjunto de actores dramatizando lo irreal. Que si alguna vez sintió querer, jamás lo dijo en su momento. Que a pesar del arrepentimiento, siempre es bueno el irremediable recuerdo.
Que cuando lo abrazó por primera vez fue por instinto, fuerza de la carne. Que las verdades que sinceró fueron las menos significativas e importantes. Que al fin y al cabo jamás se había reído a carcajadas. Que nunca se había enojado realmente. Que todos los intentos de llanto se quedaron en el intentar esporádico. Que los largos sueños que había tenido duraban apenas minutos en su relato, y se creyeron como tal. Que con más facilidad le podía caer mejor a otra gente, tal vez por ello sus concepciones más íntimas siempre quedaron en las siestas de las cuatro de la tarde. Que su pieza siempre fue oscura desde que había pintado el techo. Acumulación de años. Que la lluvia arruinaría todo si decidiese cambiar el cielo. Que prefería la crema celeste cuando iba a la heladería, a pesar de que el resto de la gente le dijera que era igual a la crema común pero con la añadidura del colorante. Que sus deseos de iniciativa quedaban escondidos tras las letras. Que todo el poco querer se guardaba tras ojos que pocas veces miraron fijo. Mirada indiferente que creaba algo en cada parpadeo, tal vez. Que de esos hay muchos. Que de esas también. Que a pesar de su gusto por los puentes, aquel le daba miedo. Que a pesar de cruzarlo, ahí estaba. Que a pesar de querer decirle lo que pensaba, callaba. Que siempre hubo más silencios incómodos que propicios. Que a pesar de parecer triste, no lo fue. Que por más de negarlo, seguía estando por alguna ínfima razón considerable. Tal vez dulces contradicciones. Tal vez soledades inquietas. Peculiaridades de ambos, o de uno. Tal vez el sol... Que jamás entendió su gusto por los pájaros y el sol. “Son pájaros y es sol, listo”. Que los mismos parecidos hundieron el puente. Porque el que destruye puentes, crea precipicios. Porque contribuyeron a esas crueldades que a veces tiene el tiempo, les jugó a favor y en contra, como lo hace de costumbre."El tiempo lo cura(...)". Frase no propicia. Porque cuando expresó un “Te quiero” seguramente significó un “Yo también”. ¿Y ahora el tiempo?
Sigo esperando enamorarme.

jueves, 15 de enero de 2009

Algo momentáneo.


El perder y valorar lo perdido después de tiempo fueron las causas de su insatisfacción de aquel jueves a la tarde. Acostada en su cama, contando la cantidad de estrellas que tenía pegadas en su techo, pensaba en la inconstancia de las cosas. Cosas que se construyen, se gestan en períodos continuamente discontinuos. Analizaba, además, a la sucesión del tiempo, su presente, y dependientemente su pasado. Y en verdad… ¡Todo gracias a él! Tiempo que se fue y que queda, que murió y revive permanentemente. Subjetividades volaban a cada parpadeo, a cada latido, a cada estrella.
Frases pensadas y jamás logradas. Otras jamás dichas. Un “Te extraño” que ahora era “extraño Te” (a la última palabra podría agregársele un acento, por qué no). Terminó de contar estrellas y el arrepentimiento acabó por ser simplemente momentáneo, como la mayoría de las alegrías y las verdaderas tristezas y enojos. Entonces tomó todo su pelo y lo colocó sobre uno de sus hombros, se dio media vuelta y quedó frente al piso, apoyando su cuello en la almohada. Fijó su vista y la concentró en una sola baldosa y con su dedo índice sobre ella, dibujó espirales de adentro hacia fuera, de afuera hacia adentro, y cerró los ojos, pero no detuvo el movimiento de su mano. Y los recordó nuevamente; imágenes corrieron en su mente a toda velocidad, como la filmación de una autopista oscura en cámara más que rápida.
Abrió los ojos de inmediato, detuvo su dedo. Ahora lo colocó sobre el centro de la baldosa “espiraleada” y lo picó de modo reiterado durante varios segundos, en los que pensó en árboles, en puentes, en abrazos, en películas, en avenidas, en dibujos, en bailes, en alegorías, en abuelos, en perros, en gatos, en fiambres. Y no pestañó ni una vez por otros varios segundos más, hasta que sus ojos se hicieron vidriosos, pero no lo suficiente como para construir otra cosa, otra lágrima. Comúnmente al aire se le añaden cosas feas o cosas demasiado, demasiado lindas para que te piquen al límite del llanto.
En fin pestañó por lo que antes no, sacudió su cabeza, y liberó su pelo nuevamente. Se levantó de la cama y se sentó junto a la almohada, y fijó su mirada al horizonte (creo que eso quiere decir algo así como “una mirada perdida”). Y pensó en llamarlos, pero sabía que los seguía teniendo. Podía hablar y tocarlos cuando decidiese marcar un número o caminar a destino. Por eso lo postergó. Error. Nos encanta errar. Puedo ser una especie de narradora omnisciente, que seguramente es lo primero que vendría a la mente, pero también puede relatar de modo detectivesco, siempre afirman en casos hipotéticos, sería mejor a modo de interrogación, pero no, se creen demasiado certeros. También puedo ser la misma de la baldosa, de las estrellas. O el deseo mismo de ella de escribir un algo. Puedo ser muchas otras cosas, que las pienso pero se van muy rápido, o tal vez quieran quedarse pero las evado simplemente para seguir escribiendo un poco más. Constante negación de la iniciativa humana. Deseo de iniciativa que nos gusta conservarla como tal, deseo. La palabra nunca incluyó un verdadero querer.

Se levantó de la cama, fue hasta el comedor. Prendió la televisión. Se desplomó en el sillón que se colocaba frente a él. Con el control remoto en su mano izquierda y el sonido de fondo de una película alemana, miró hacia la ventana. Observó la soledad del sol muriendo.
Lloró por ambos.

lunes, 12 de enero de 2009

Como el sol.


A pesar de ser verano los aires seguían pareciendo primavera. A pesar de que parece siempre el mismo, desde acá se ve que es diariamente uno nuevo. A pesar de aparecer todos los días, se muere todas las noches. A pesar de que te peleo, te quiero, y te lo digo a pesar de que ya lo sepas. A pesar de que parezca que muchas cosas de las que digo son personales, la gran mayoría son dependientes, de vos, de papá, de la tele, del pasado. A pesar de que esa vez parecía despreocupada, estaba llena de miedos. A pesar de que te confesé que para llorar necesitaba inventarme una historia ajena, sumergirme en una especie de película, o corto, por unos segundos y ahí descargarme, vos ya lo sabías desde mucho antes de la confesión. A pesar de reprimir, sublimo. A pesar de hablar mucho tiempo, es más lo que callo. A pesar de parecer despierta, es más lo que duermo. A pesar de hacerme la realista, sabías que prefiero evadir lo que consideramos como tal. A pesar de haber estado rodeada de un grupo de personas que me caían muy bien, siempre había (hay) un momento en el que prefería estar sola. A pesar de haber hablado con seguridad y confianza, hubo momentos en que eso no fue más que lo contrario de lo que sentía. A pesar de mis mentiras, mis verdades.
A pesar de mi estabilidad, siempre fui sentimentalmente nómade cuando el sol moría.

domingo, 11 de enero de 2009

¿Pérdida?

Pensaba que era una preocupación la que compartíamos. Pero ayer me di cuenta que no. Era solo mía. Intentos de algo fueron los que se dieron, y no dieron al mismo tiempo. Es raro, nunca pensé sentirme así de mal, pero acá lo ves, o tal vez no lo veas. La verdad no lo sé del todo bien, entre suposiciones y afirmaciones estoy como flotando. Y me sujeto sobretodo a una, una desilusión. No te acuso de ningún pecado mortal, claro que no, era sólo confesión lo que te pedía. Pero no... Y es tristeza sobre la que me paro, es muy raro creo que no me había pasado últimamente. Y todo esto es porque te quiero mucho, más de lo que pensaba.
Perder y valorar en círculo, supongo que eso es lo ambos sentimos, creo… ¿Ambos? Lo que antes era chiquito ahora se hizo grande, hubiese preferido conservarlo en su tamaño original, pero optaste por agigantarlo, por lo menos dentro de mí. Me resulta casi increíble pensar en este tipo de metamorfosis sentimental. Antes era querer, ahora tan sólo ganas de haberte querido más. Sumaste vos, yo resté, y las pocas veces que quise multiplicar en estos días, obviamente dio menos.
Hoy, haciendo una especie de análisis casi involuntario, me di cuenta que eras de esos que uno tiene como “intocables”, la mayoría aún lo considera, parte de mí lo sigue haciendo, todavía no se muy bien que parte. Es así, vemos (viste), debe ser la contradicción que casi puede clasificarse como necesidad básica del ser humano. Y ahora es como si me costara aferrarme a los recuerdos, pero me aferro. Es que ahora te transformaste en recuerdos. Es que ahora, diariamente, me siento como el personaje de Dolina, el eterno poeta Mandeb que esperaba el tren que PARECÍA jamás llegar. A pesar de todo espero, porque las ganas de querer siguen quedando. Y perdón por la crudeza de mis palabras, vos sos de esos que conocen mi poca sutileza en casos como estos. Pesar que tantas veces te conté de ella, y juntos nos reíamos. Pensar que jamás pensé en vivirlo con vos, y ahora me río con otros.
Tal vez en alguna tarde, de algún día, el presente testimonio tome forma y presencia casi física y viaje sobre algún Fiat 600 (y mirá que soy muy mala para estos tipos de datos) y cruce lo más rápido posible la calle de desilusión que seguís pavimentando.

lunes, 5 de enero de 2009

Prueba uno.

Tengo una incomodidad que vengo sintiendo desde hace ya algunos días, y siempre termino acá. Me resulta tan confortable taparme entre estas palabras, es como cuando te cubrís los pies a mitad de una noche de invierno. Siento como una pesadez, me duele la mandíbula (me pasó desde siempre), me molestan los dedos… Y siempre fui tan mala para expresar mis sentimientos de modo ligero, simple y rápido. No puedo y aquí es donde me hundo. Tengo mucho calor y necesito refrescarme entre letras. Y a decir verdad, no me interesa buscar las más apropiadas (tampoco se si eso es posible), así es como están fluyendo, se escapan de la yema de mis dedos, corren como quisiera hacerlo yo en este momento. No se por qué. Por qué no puedo ir, decir y decidir, ahora, instantáneamente. Y estos son los minutos en los que los vientos soplan más fuertes que nunca formando olas gigantescas, y el cielo se pinta de azul ultramar, y yo mojada quedo totalmente sumergida. Llego casi hasta lo más profundo, pero como siempre la presión me devuelve a la superficie, superficie que claramente me he creado yo misma gracias a la comodidad, ignorancia y conformidad que siempre me han acompañado. Ni siquiera puedo explicar de modo casi completo la razón de mis escritos. Palabras conjuntas sin significado relevante en estos casos tales en que el aire se torna más denso, la respiración más rápida y el calor más presente. Qué se yo, no sé, no sé… Pero de vez en cuando sé algunas cosas, me siento segura unos cuantos segundos, puede ser que ellos se pasen muy rápido, pero se suceden, indefectiblemente. Porque como bien sé, no todos los segundos son iguales. Están esos que parecen jamás terminar, esos que se repiten (y si se repiten por la simple razón de la subjetividad temporal), están esos que se olvidan apenas finalizan, esos que se congelan, esos que parecen jamás suceder y también existen de los que parecieron jamás ocupar lugar. Segundos que reflejan las contradicciones personales, sus miedos, su pasado, su presente y por qué no su futuro ( el lector puede sacar deducciones, son subjetivas, ya lo sabe). Segundos que forman un todo. Segundos que no lo son, o que si. Segundos en lo que podrás haber sentido lo mismo que yo. Tal vez segundos en los que mi casi fin solidario se haya hecho realidad de algún modo en quien desmenuce oraciones.