martes, 23 de diciembre de 2008

El otro día, acá.

Noelia: -Había una vez un país en el que toda la gente sabía hacer muchas cosas y vivía de ello. Cosían, planchaban, inventaban aviones, arreglaban las instalaciones de sus casas, le cambiaban los pañales a los bebés, escribían historias para sus nietos, cuidaban las plantas, construían lugares enormes, medianos y chicos, investigaban varios ámbitos de la naturaleza, pintaban murales para las cúpulas, sabían de las enfermedades que los aquejaban, escribían sobre el tiempo, lo aceptaban e intentaban crear para él, para ellos y para los demás. Era un país que hoy en día parecería imposible, pero que se desarrollaba única y básicamente sobre los rieles de la raza humana. Porque el ser humano posee esa capacidad para transgredir, y esta sociedad lo había logrado. Había transgredido porque no todo había sido planeado para idiotizarlos. Porque los programas de televisión daban a conocer sus dotes y habilidades para su todo. Porque veían en las cosas muchísimas otras. Porque jamás aprendieron en contentarse con poco, con la conformidad de aceptar lo dado como tal, con principio y fin. Era una sociedad novedosa día tras día, como los crepúsculos. La gente de aquel lugar no era como tu mamá o la mía. No, no nada que ver, porque era gente que había nacido con otras bases, gente que se valía de orgullo por si misma por ser, por ser humano. Dicen que algunas personas de este país, que no se sabe bien donde se situaba, pasaron de planos para fomentar su trasgresión. Algunas de estas personas pasaron para nuestro planeta, pero aquí había sido todo fríamente planeado para que este tipo de personas aparecieran cada mucho tiempo. Y además, una vez en este nuevo sitio, se los trataba con cierta marginación, como extranjero en su nueva tierra. Dicen que cada tanto venían algunas personas de este país ,que no se sabe donde se situaba, acá la Tierra. Pero se las reconoció después de muchos, muchos años, una vez muertos. Una pena...
Rodrigo: -La re flashaste.
Noelia: -Si, si...

Quiero pedir perdón

Te juro que me encantaría decirte todo, todo lo que me pasa, todo eso que estuve acumulando en esta parte, acá, casi abajo del cuello, del lado izquierdo de mi cuerpo. Todo de lo que estoy segura y también aquello de lo que no, que en verdad es la mayoría. Porque te niego y te acepto, conmigo, con los demás, con vos. Es que te dejo, te dejo para sentir que casi te pierdo. Es que siempre alguien cede su vida para mostrarnos las cosas verdaderamente importantes. Pero nosotros, pero nosotros…Es como si no nos alcanzara ni todo el cementerio de Chacarita. Disfruto el saber que mi acercamiento hacia a vos baila sobre un hilo azul gastado por los años. Ciertamente creo que necesito un cambio. Las vueltas de cuerda vendrían bien en este caso. Pero no, no, volvería a caer en lo mismo. Porque vivimos renegando de lo que somos y de lo que no, y si fuésemos diferentes lo seguiríamos haciendo. Es que a pesar de todo me gusta correr el riesgo, para después llorar, para después apenar/te/me… Sin embargo no quiero quedarme sin vos. Ay! Te juro que no quiero quedarme sin vos. Perdón una y mil veces. Perdón. ¡Cuán difícil fue conectar, para que ahora yo quiera pelar los cables! Abrazame antes que salten los tapones. Y perdón, perdón por lo que hice. Es que estas cosas son como círculos que atraen tanto como lo prohibido, y vos sabes que solemos caer. Pero hay tiempo de levantarse. Está el mate sobre la mesa…

lunes, 8 de diciembre de 2008

Y si...


Lo importante no fue que haya escrito lo que escribí, ni que haya dicho lo que dije. Lo importante es que ahora siento que no ofrecí nada con ello. ni una misera reflexión, ni un mensaje, ni una novedad, ni un mínimo de transgresión, nada. Siento la necesidad de dejar un legalo, por pequeño que sea. Porque gracias a vos descubrí que con sólo hilar palabras, hacerla rimar, o juntarlas de un modo que suene bonito, no me alcanza. Porque con sólo imaginarme las cosas antes del sueño, antes, durante y después de la ducha, o mirando la ventana, no me alcanza. Porque con la objetividad de lo que parece estático en un primer momento, me aburro. Porque es mejor ir hasta las esquinas y cruzar las calles. Porque me gustaría saber aconsejar más a la gente y a mí misma. Porque me gustaría saber más sobre historia. Porque me encantaría hacer el bien sin buscarlo constantemente. Porque me gustaria dejar de suponer.
Porque me gustaría hacer más que decir. Encontrar un modo de sentirte totalmente a gusto conmigo. Pensar, pensar y pensar hasta hallar la luz que alguna vez vi. Subir la escalera, y ajustar la bombita, y que dure por mucho tiempo. Y que sea de bajo consumo.

Alguna que otra noche

Se levantó de dormir. Se quedó sentada varios minutos, inmóvil. Luego se paró. Fue al baño. Se miró al espejo. Se lavó los dientes. Se miró nuevamente. Se batió el pelo y lo juntó todo hacia a atrás, a modo de rodete. Tomó el cepillo nuevamente y lo atravesó por el montón de pelo. Se volvió a mirar, ahora a cara despejada. Se estiró los párpados y los costados de la nariz. Tomó jabón y se lavó los labios. Salió del baño, pero ahora con labios que borraron besos de ayer. Labios vacíos de culpa, vírgenes. Así como los engaños que fueron y las mentiras que pasaron. Así como lo que pareció una infidelidad. Así como las mil y una negaciones. Así como decir que pudo deshacerse realmente de los besos que no fueron y que si y que no.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El día anterior


Ayer entendiste que el sol no se tapa con las manos, porque es largo, inmensamente largo, más que los océanos y todas las distancias juntas. Me miraste y con solo algunas palabras me diste a entender que pensamos lo mismo cuando caminamos por la calle, que recordamos casi lo mismo antes de conciliar el sueño. Ambos entendimos que la ambigüedad y la multiplicidad, de lo nuestro, de aquello, se alía con la subjetividad, la mía, la tuya, no lo se. Lo que si sabemos es que hay cosas que se juntan, se buscan, complementan, como cuando jugás con la marca de agua que dejó ese vaso frío, unís todas las puntas y el líquido queda uniforme, como si fuese un charco, y después chapoteas el dedo índice en su centro, lo hacés rebotar unas cuantas veces hasta que lo ves tan aburrido que decidís hacer con él una estrella, de su diámetro dibujás chispas, y después, tan sólo un poco después, volvés a colocar el vaso encima de todo eso.
Y todo esto es porque ayer… Yo se, entiendo que supiste convertirte en alegorías, en metáforas, en puentes, en sueños. Me entendiste cuando el sol acortaba su largo detrás de las calles. Se iba muriendo. Lo entendimos tan bien que se sucedieron dos fines inmensamente largos. Así es el sol, muere todos los días tras la ciudad, y nosotros parados, inmutables, de la mano para hacerlo mejor, entendimos algo que no nos terminó de parecer, hasta hoy. Sería bueno que lo repitiéramos, pero no es posible.
Y todo esto es porque ayer… La luz se acortó debajo de nuestros pies.