martes, 1 de diciembre de 2009

Tempestad de sombras


Y ya eran como las dos de la mañana y el silencio peleaba por su lugar en los cables telefónicos. Imposible cuando las mentiras comienzan a gestarse y forman una sombra gigantesca de palabras y palabras escupidas, tristes, pero tristes sin sentido, no se trata de esa tristeza que resulta constructiva en los corazones frágiles de los vientos tempestuosos. Se trata de una tristeza que merece ser enviada al espacio, bien lejos, por ahí, bien cerquita del planeta y de las cosas más lejanas del universo. Ya preparó el cohete, está bien reforzado con las cosas que hirieron. Tocó la puerta (no el timbre) y luego la tumbó por completo con los enojos y las palabras entrecortadas por risas sarcásticas. Sonó estrepitosamente un fuertísimo ruido detrás de la autopista, temblaron las calles, el polvo bailó alrededor del sol hasta ocultarlo: eran los chistes sin chiste que desbordaron el recipiente del tiempo. Lo dicho para enojar se volcó por las tejas y tiñeron todas las casitas de una misma falta de color. Los gatos aparecieron todos de repente, insinuándose uno con los otros mientras doblaban la esquina de la avenida, tan perversos como persuadir ser estampida. Los pájaros repetían las sinceridades que nunca quieren ser escuchadas, de esas que también se escupen con un fin lucrativo, de esas que tienen como único fin hacer mal.
Ya se va todo para el espacio, no le puso luces, siempre es mejor a oscuras. Así resulto la situación, bien sombría como lo que nunca quiere mostrarse, como los caminos por los que vagan los vestigios, los pedazos rotos que terminaron por caerse en las palmas de la mano. Y ahora se ve cómo se van elevando en cámara lenta hacia el cielo con el fin de hacerlos desaparecer en ese lugar donde los párpados se cansan de fruncirse. Importante saber que no es merecedor de un gesto esperanzador… Y ahí se ve que vuelven a bajar. No corras, el relieve está demasiado deteriorado, disfrutaría verte caer nuevamente, lo disfrutaría del mismo modo que lo hacía cuando nos agarrábamos las manos entrecruzando los dedos. El amor puede habernos hecho y el mundo de las sombras habernos complementado.