sábado, 11 de julio de 2009

Piiiiiiiiii


¿Y para qué decir? ¿Para qué hablar y no decir nada?
Una mosca congelada en la cima de un pan ácimo y una ventana que se abre de a poco, como al compás de un tango lento. La perpetuidad de una imagen infinita, gráficamente comprensible, muda, mejor. Dos sombras, que se juntan y se vislumbran por el simple y eterno accionar del sol, y de tanto en tanto se funden. De tanto en tanto se separan como queriendo seguir juntas, como las gotas de agua, pero se espantan, y cuando anochece se dispersan por el mantel y se hacen mosca. Y en el alba se forman nuevamente, caminan hacia el vidrio y lo miran, no lo ven. En cambio el sol sí con ellas. Y las sombras bailan y las moscas se congelan, mudas todas ellas. Y un encuadre encaja justo en el astro más grande, y todo lo que él ha creado. Y el calor no las derritía, y las primaveras se hacían notar en los árboles. Y las sombras… esas sombras. Calladas se tiraban al piso y se hacían muchas, y cuando venían más moscas, se hacían una sola sombra, una muy finita, engañando, disfrazando ser esa daga que crea oscuros, que tapa destellos, que pinta de negro. Que se para en el haz de luz y lo corta,lo mata sin escrúpulos, como cuando pedís medio metro de cinta bebé.Y ahí todo vuelve a fundirse, y ya no importa el tiempo, ni las moscas ni los árboles, ni la ventana, y menos las sombras. Y en el alba, cada cosa en su lugar. Sin palabras, sin decir. Parece que resultó mejor ese amable reposo, como las lágrimas que se postergan y al fin se dan , como los abrazos fiados que mueren y reemplazan por los verdaderos, como los besos de a montón que fueron asesinados por esos que erizan, esos, claramente, utópicos.
El alba penetrante contorneó la escena, creó aquel mismo encuadre, diariamente encuadrado. Las moscas sobre el pan. Las sombras en la ventana…
¡Esa maldita pava silbadora que asesinó al sol arruinando el silencio! Las sombras se derritieron sobre el mantel junto con todo lo demás, se hizo de noche para siempre, y otras luces empezaron a gritar en otro encuadre. Fue la muerte del soleado silencio, la muerte del amor.