domingo, 8 de marzo de 2009

Razas de canarios


De todas las aves, preferiste ser el canario, debe ser por su popularidad y su limitada vida en estado salvaje en comparación con los demás pájaros. Seguramente se deba a que se hallan en todo el mundo, rodeados de casas de alambres que debilitan sus alas. Casas que hacen creer que el sol tiene sombras horizontales, verticales o diagonales, que vive enjaulado, y cuando las nubes salen, éstas son ralladas o en su color se dibujan las formas de algún segmento ondeado, cuyo motivo puede ser de lo más variado. Y el mundo no es uno, sino muchos, y los rincones son pocos, los amigos también. Pero así lo quisiste, te dimos a elegir pero siempre te gustó este tipo de segmentación, preferiste diferenciarte de los demás canarios por el solo hecho de creerte diferente. Mirá que te dijimos que raza hay una sola, pero no. Hablaste de otras veinticinco razas más aproximadamente, diferenciadas por su plumaje, su color, tamaño, duración de vida, origen, y otras diferencias más.
Siempre supimos que con uno bastaba, pero te gustó sumar. Y ahora vos enjaulado... Te comprendo se pierden detalles cuando hay obstáculos que no permiten tener una vista amplia de tu alrededor. Sin embargo yo me doy toda la vuelta una y otra vez, y si quiero vuelo sin ser pájaro, y si querés te hago compañía un rato. Pero prefiero apreciar las aves desde acá abajo y mantener la utopía del volar mismo, así también como la del amor.
Y ahora entiendo, nunca descarté que para volar había que tener alas como las tuyas,pero ya ves pueden atrofiarse , en cualquier parte del mundo. Por eso hoy me levanté, te abrí la puertita para que salgas, para que vueles, no me importó que mamá se fuera a enojar conmigo después. Te ofrecí libertad. Me miraste por unos segundos e inmediatamente subiste al palito de arriba de todo y ahí te quedaste. Trabé la puerta con otro palito que encontré al lado mío para que quedara siempre abierta, pero al día siguiente seguías ahí. Bajé tu casa al pasto con vos mismo adentro, y me subí el vestido hasta las rodillas para poder sentarme bien, te puse enfrente y me quedé mirándote por mucho tiempo. Puse los brazos hacia atrás y miré al sol, pasó una bandada de no se qué raza, vos moviste un poco las alas, yo esperanzada sonreí pero te diste media vuelta y la seguiste con los ojos. Ojos divididos que miraron siempre al oeste.

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