sábado, 24 de mayo de 2008

Al revés.

Ayer en el colectivo tomé una hoja cuadriculada y el peor lápiz que encontré en la mochila. Debía transcribir los versos que estaba escuchando. Sabés que siempre lo hago cuando me inunda la soledad, y es entonces cuando te imagino. Imagino los momentos oportunos en los que te recitaría el libro de frases que estuve compilando hace mucho tiempo. Pero hoy me senté frente a la computadora durante varios minutos, y te escribí sin parar. Creé un texto, con cohesión y coherencia, y lo imprimí. Éste es, y te lo quiero regalar, porque ambos sabemos que es tuyo. No quiero tenerlo más. Ya lo he pensado tantas veces... Cuando caminaba por las calles de Morón, antes de comer, antes de dormir, cuando me aburría de las explicaciones de las profesoras o cuando caía el sol en invierno y fingía un abrazo antes de la siesta. Y llegué a sentir que me ahogaban, y volqué todas la frases robadas que pude escribir y recordar en estas hojas que hoy te cedo . Mirá les hice una tapa con los papeles de golosinas que me regalaste, y acá le pegué la hoja de laurel con la que intentabas descargar tus nervios esa tarde de primavera, del año pasado ¿te acordás?. Bueno, esto es tuyo, siempre te perteneció creo. Creo que siempre quise escribírtelo. Creo que siempre estuve esperando este momento. Creo que espero un beso de tu parte para que nos sirva de sello...Tomá, todo tuyo.

Te crucé donde siempre. Nos hicimos las preguntas desvalorizadas de siempre..."¿Y ese libro?", me dijiste. Te miré mientras lo preguntabas, y luego perdí mi vista entre los árboles de la esquina opuesta en la que estábamos parados (como suelo hacer la mayoría de las veces), para contestarte casi indirectamente que era sólo un libro que me había prestado una amiga. Me sonreíste apenas, y me despedí de vos, crucé la calle y me tomé otro colectivo. Lo de siempre.

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