miércoles, 5 de agosto de 2009

De esas novedades utópicas


Y sin sujetarnos de las manos nos sumergimos a un mundo de letras, sólo letras, y el sujeto crítico resurgió, renació, abrió mares sin provocar olas, sin destruir playas, sin causar muertes. Y la imagen fue poco a poco ubicándose en el segundo plano de las cosas. Se desfiguró frente al espejo, derramándose en los costados secundarios del corazón. Y discernir fue más fácil. Amar también. Vivir también. Llorar más práctico… Y nos conocimos más, más fundamentados, menos tapados. Así de utópicos hoy en día. Muchas caras se desvanecieron durante las madrugadas en las correntadas de las avenidas porteñas. Se escuchaban sus suspiros agonizantes, que atravesaban nuestras rendijas convirtiéndose en fortaleza. Y los sueños fueron más sueños, mas fortuitos, más largos y memorables. Y las almohadas angustiadas, melancólicas por volver a ser las fieles compañeras de llantos y confesiones reprimidas de las personas. Y las personas más personas, volando todas por puentes de colores, colores puros, fusionados, teñidos de sentido. Y se entendieron más las cosas, los caballos fueron más sucios, los cuerpos más cuerpos, y los sonidos en su estado puro danzaron por el campo y la vigente, diariamente eterna ciudad. Tu corazón se convirtió en racimo de uvas y tus manos en ramas blancas que naturalmente se aferraron al sol. Y la historia continuó siéndolo. Y mientras volabas por los puentes pensabas en las letras de hoy, que fueron manos secas de ayer, y la paz de tu pensar que fue guerra de guerras.

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