martes, 3 de febrero de 2009

Soles hogareños


No sabía que algunos años, después de mucho tiempo, podían convertirse en tan sólo segundos. Es como si los momentos se redujeran, otros se borraran y lo que costó mucho, ahora se volviera liberación. Fueron un montón de años los que se sucedieron, pero hoy ya ves, acá, no pudiendo expresar ni un cuarto de lo que afirmé haber sido “Uno de los mejores momentos de mi vida”. Gracias a vos (no a Dios), las puertas de casa siempre se rompieron, las manijas siempre fallaron, las golpeamos tan fuerte que se salieron del marco vaya a saber uno cuántas veces. Y es un “Gracias”, porque no cerramos nada para siempre, las llaves siempre se perdieron. Ahora, ya un poco más grandes todos, conservamos algunas, pero no tenemos muchas ganas de darle las dos vueltas, preferimos mirar por la cerradura y que la rendija quede abierta. Porque cuando eso pasa es como tener al sol dentro de casa, se forma ese haz de luz, un hilo de sol. Y se extiende hasta las baldosas, y a la mañana son casi blancas, y a la tarde las tiñe del color sangre, la cual despoja mientras muere. Y esos soles duraron años, en segundos.
No sabía que el día duraba tan poco mientras pasaban los años.

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