domingo, 19 de octubre de 2008

Felicidades


Me dijo que se sentía ampliamente felíz, que su cuerpo se había rodeado de colores que se fusionaron de modo indescripitible y luego me contó que vió el sol...Lo hizo de frente, que lo corrió, que intentó abrazarlo, que no tuvo tiempo de mirar al suelo mientras lo hacía, pero que se topó con un lago. Se quedó algunos segundos en silencio, mirándome fijo, pero continuó su relato describiéndome a aquel lago. Me contó de su inmensidad, de la claridad de sus aguas, de su ajeno reflejo, y me dijo que en su fondo halló al sol, que era húmedo y profundo. Me dijo que se adentró en él y que mojó sus brazos en sol, que bañó su pelo en dorados vientos y que movió sus piernas en aquel círculo inigualablemente amarillo. Que se quedó horas y horas abrázándolo, y que llegó a su núcleo y allí dentro se encontró con todo lo que más apreciaba en ese momento, lo que más quería en sus recuerdos, lo que creía fundamental para su vida. Me dijo que pudo ver a los colores más hermosos e indescriptibles de todos y que en su atmósfera corrían los aires más puros. Me estaba describiendo un nuevo plano que jamás había imaginado. Me dijo además que se sentía ampliamente gratificado, sin necesidad de querer poseer algo más en su vida. Se detuvo en el relato, miró el cielo negro de la noche sin estrellas y luego fijó su mirada en la mía, que continuaba inmóvil, maravillada por su existencia. Me tomó la mano, la acarició y la soltó bruscamente. Se dio media vuelta y voló con los pájaros que salieron de abajo de sus pies, y se convirtió en bandada. Y se hizo de día, y hacia el este lo volví a encontrar, cerré mis ojos por unas catorce horas para enfrentarlas, y esperar a abrazar la luna...Astros de una ilusión improbablemente posible.

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